Esta frase de Santa Teresa cobra mucho sentido en estos tiempos que vivimos. Junto a tantas medidas sanitarias no son pocas las iniciativas que proponen la unidad en la oración, sea a nivel internacional y en cada país.
La comunidad educativa comienza cada día haciendo una oración o una meditación, ¿por qué no continuar esta práctica en casa? Solo es una propuesta que esperemos te ayuden.
Oración diaria
Oraciones del mes de mayo
Y llegamos a la fiesta de Pentecostés. Jesús había prometido a los discípulos que no les dejaría solos, que cuando volviera al Padre, les enviaría el Espíritu. Este domingo celebramos el cumplimiento de esa promesa, la venida del Espíritu, el nacimiento de la Iglesia, la comunidad llamada a continuar la misión de Jesús Resucitado.
Os invitamos a unirnos:
En la Vigilia de Pentecostés: diversos grupos nos ofrecen la posibilidad de participar en encuentros de oración en la noche del sábado.
Recibid mi Espíritu
Encuentro oracional con Ain Karem.
Desde la parroquia San Félix.
Sábado 30 a las 20:00 h.
Vigilia on-line Pentecostés
Trinitarias de Suesa.
Sábado 30, 22:00 h.
- Material de la Conferencia Episcopal Española para la Vigilia de oración: “Hacia un renovado Pentecostés” en el Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar.
En la Eucaristía En casi todos los lugares podréis participar de la celebración en vuestra parroquia. Si no es posible, os seguimos ofreciendo diversos espacios donde poder celebrarla.
En la Familia El papa Francisco nos recordaba “en el mes de mayo que el pueblo de Dios manifiesta con particular intensidad su amor y devoción a la Virgen María”. Nos proponía redescubrir la belleza de rezar el Rosario y podemos hacerlo en este último fin de semana. Terminamos pidiendo a María que acompañe de manera especial a los que más sufren.
Oración a María
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Un nuevo día nos encontramos Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Llevamos 76 días en estado de alarma.
Estamos viviendo un tiempo de luto oficial por las víctimas de la pandemia.
Cada viernes, en este espacio de oración, hemos presentado al Señor muchas situaciones de dolor y algunas de las pérdidas que hemos vivido:
- Nos hemos preguntado ¿dónde estás?, y hemos orado desde nuestra fragilidad y dolor.
- Hemos descubierto a nuestros héroes y hemos pedido por ellos.
- Hemos presentado la vida de tantas personas que nos han dejado debido a la enfermedad.
- Hemos orado por tantas personas que han sufrido la pérdida del trabajo, la dificultad económica, la falta de alimento, la brecha digital…
- Hemos presentado las pérdidas debidas al escaso cuidado que tenemos de nuestro planeta, por el consumo inconsciente en el que estamos inmersos, por el abuso de la mano de obra en países con escasos recursos…
- A esta larga lista de pérdidas seguro que se suman muchas otras personales que cada uno y cada una de nosotros hemos podido vivir: aprender con mis compañeros y profesores; disfrutar de una clase; saludar al personal de secretaria, limpieza, mantenimiento o comedor; jugar juntos en el recreo; compartir algunas celebraciones importantes como la primera comunión, la confirmación, la Eucaristía, la graduación; abrazar a mis abuelos, estar con otras personas de mi familia, mis amigos; participar en competiciones deportivas; realizar el viaje de fin de curso; besos, abrazos, risas…
Dedico un tiempo a sentir y verbalizar aquello que he perdido o que no he podido celebrar o vivir en este último tiempo…
Pero no todo son pérdidas, también se me han regalado muchas cosas y es necesario que no las pase por alto, que tome conciencia de ellas. Ayer leíamos en la oración la reflexión de Manu Velasco que nos presentaba sus múltiples aprendizajes e invitaciones en este tiempo.
Dedico un tiempo a sentir y verbalizar qué he aprendido, qué he descubierto, en qué he crecido…
Agradezco todo ello, y te digo:
Gracias Señor, por tu luz, por cada día nuevo que amanece
y casi sin saber, la vida entera por tu amor se mueve.
Gracias por sembrar en mi interior la sed que me ha llevado a ti,
por impulsar mi corazón y recordarme cada día
que para Ti no hay nada imposible.
Termino la oración rezando el Padrenuestro.
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Manu Velasco es uno de esos maestros que acompañan a tantos niños y jóvenes y les ayudan a pensar, soñar, sentir, elegir, decidir, vivir. Un maestro con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas, que compartía en su blog una reflexión sobre estos meses. Hoy queremos traerla a nuestro diálogo con el Señor en la oración.
Escucha esta música mientras lees despacio el texto «Ahora».
Ahora
Ahora que hemos aprendido
a abrazar sin brazos,
a besar sin besos
y a tocar sin manos.
Ahora que ya sabemos
hablar con gestos,
escuchar con los ojos
y acariciar con las palabras.
Ahora que, por fin,
distinguimos lo accesorio
de lo importante.
Ahora que hemos descubierto
la identidad de los verdaderos
superhéroes y resulta que
no llevan capa, sino
delantal o bata.
Ahora que nos ha tocado
echar de menos tantas cosas
que siempre tenemos de más.
Ahora que la naturaleza canta
y que las ciudades callan.
Ahora que las pantallas
se han convertido en aliadas
que nos han permitido hacer
más llevadera la batalla.
Ahora que hemos podido disfrutar
del placer de alargar.
Alargar un café, una ducha,
una lectura, una siesta;
del placer de parar
para reparar.
Ahora que vemos pasar
las mañanas primaverales
desde nuestros ventanales;
que vemos como esta estación
se nos escapa con su lluvia,
su sol, su viento,
sus flores y sus gorriones.
Ahora que, a falta de
regazos, hombros y abrazos,
comprendemos el valor
de los recuerdos.
Ahora que hemos llenado
de borrones y tachones
ese cuaderno llamado vida
en el que todos escribimos.
Ahora que nuestros mayores
nos han hecho ver el poder
de la dulzura a la vez que
nuestros pequeños han estado,
como nadie, a la altura.
Ahora que hemos pasado
de narradores de historias a
protagonistas de las mismas.
Ahora que hemos dicho
adiós a las excusas
y hola a la esperanza.
Ahora que nos hemos convertido
en expertos en leer miradas
y en descifrar sonrisas.
Ahora que la vida está haciendo
zigzags para despistarnos
y que nos ha obligado
a subvertir el orden las cosas,
nuestro orden.
Ahora que las lágrimas
se han colado en muchas casas
y se han adueñado
de demasiadas mejillas.
Ahora que la vida nos grita
y a la vez nos susurra;
que se enfada
y a la vez nos sonríe.
Ahora que esta pandemia
nos examina y salen a la luz
nuestras carencias
y nuestras fortalezas.
Ahora que nuestros niños y jóvenes
están aprendiendo a aprehender,
a sujetar a los demás,
a sujetarse.
Ahora que sabemos que es necesaria
una humanización mayor;
calidad humana que guíe y dé sentido
a todo lo demás.
Ahora que re-descubrimos
la importancia de nuestra sanidad
y lo maltratada que está.
Ahora que estando más
separados que nunca
nos sentimos tan unidos.
Ahora que la tecnología
se ha amistado, incluso,
con quien no la comprendía.
Ahora que muchas conciencias
han salido de su anestesia
y que hemos visto
que la mejor ideología
es ayudar a los demás.
Ahora que no nos hemos podido
despedir de algunos,
de muchos corazones
que han dejado de latir.
Ahora que el planeta
ha cogido aire y que nosotros
hemos presenciado un
espectáculo sin igual.
Ahora que es más sencillo
ver con otros ojos
y sentir con otros corazones.
Ahora que hemos tenido
que ser el mejor espejo posible
para nuestros hijos.
Ahora que hemos atravesado
nuestra exterioridad para
transitar y habitar
nuestra interioridad.
Ahora que las notas académicas,
por fin, ya no importan tanto
y que otros aprendizajes
como la responsabilidad,
la autonomía y la empatía
se vuelven imprescindibles.
Ahora que muchos están
afrontando precariedades
y mirando a la cara al sufrimiento.
Ahora que nos toca volver
a poner los pies en la tierra,
pero donde realmente está la tierra
después de todo lo vivido.
Ahora que añoramos el calor
de la compañía y el frío del viento
acariciando nuestras caras.
Ahora que hemos entendido
cuál es el valor del
roce de una mano.
Ahora que los besos y los abrazos
están en aislamiento y que el amor
ha encontrado otras formas, otras alas
para volar libre como el viento.
Ahora que los libros, las canciones
y las películas sanan y salvan
más vidas que nunca.
Ahora.
¿Ahora qué?
Ahora tú.
Ahora nosotros.
Ahora aguanta.
Ahora ayuda.
Ahora sueña.
Ahora vive.
Ahora vuelve
a empezar,
a dibujarte,
a inventarte,
a nacer.
Ahora
tú
decides.
Manu Velasco
Reposa estas palabras que recogen tantos aprendizajes realizados y vuelve al párrafo, frase, palabra o pregunta, que te han emocionado de una manera especial. Vuelve y dialoga con el Señor, la invitación que te ofrece ahora.
Termina dando gracias, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amen.
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Comenzamos con una canción que se titula La Bendición. En uno de los últimos comentarios que tiene en YouTube, se puede leer: “¡Qué hermosas voces, no soy creyente, ni sé cómo llegué aquí, pero amo cuando se unen tantas personas por una sola causa! ”Gran vídeo:).
Y así es, a veces no sabemos cómo anda nuestra fe, cómo el encuentro con algunas personas, situaciones, palabras, canciones… nos llevan al Amor, a Tu Amor Señor.
Mira, siente y escucha esta bendición que nos regalan nuestros hermanos del continente americano.
El Evangelio de hoy también nos presenta una oración, la de Jesús por todos nosotros al Padre.
Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad». (Jn 17, 11-19)
Jesús como hermano mayor le pide al Padre que nos guarde como Él lo hizo, que no perdamos la alegría, que nos consagremos en la verdad.
- De estas peticiones ¿Cúal es la que más necesito?
- Como cristiano yo también soy hermano de otros ¿Cúal es mi oración al Padre por ellos?
Termino con la oración que nos hace hermanos. Padrenuestro.
De nuevo quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Posiblemente no siempre estamos atentos a las noticias, a los hechos importantes que suceden. Estos meses hemos estado muy pendientes del coronavirus, de la tendencia de los contagios,del número de muertos,de las medidas tomadas…
Observa la portada de este periódico
En lugar de los artículos, fotografías o gráficos que aparecen de forma regular en la portada de The New York Times, este domingo hay solo una lista: un largo y solemne listado de personas que perdieron la vida debido a la pandemia de coronavirus.
A veces, no son necesarios números, imágenes o fotografías para que una noticia nos impacte y remueva.
En esta portada se nombran a 1.000 personas de las cerca de 100.000 fallecidas por el coronavirus en Estados Unidos.
Para realizarla, han querido humanizar los números, por ello, además de los nombres, recoge una breve reseña de cada una de las personas que hanfallecido: edad, ciudad de nacimiento y una cualidad.
Por ejemplo, John Cassano, de 70 años, Palos Park (Illinois), el bromista de la familia. O Eugene Lamar Limbrick, 41 años, Colorado Springs, amaba los coches, en especial los camiones. También recoge a Audrey Malone, de 68, Chicago, y que cantaba góspel como miembro de las hermanas Malone.
Y así con todos los fallecidos en un estremecedor homenaje. Porque «no son solo nombres en una lista. Eran nosotros».
Los números en solitario no pueden reflejar el impacto del coronavirus, tampoco el número de pacientes tratados, los empleos destruidos o las vidas arrasadas.
Y así sucede con tantos lugares de este planeta, donde cada día mueren “tantos nosotros”.
- Hacemos silencio, acogemos todo lo que brota en nuestro interior de este sentir “Eran nosotros”.
- Presentamos a Dios a todas las personas y le pedimos que les abrace con su infinita ternura, así como a sus familias.
Nos unimos como hermanos con este himno a la vida de Mar Galcerán.
Himno
Hay vida… y esperanza,
cuando alguien ama contra toda lógica,
contra toda razón, contra toda posibilidad.
Hay vida… y nuevas oportunidades,
en la fuerza y el coraje de quienes luchan día a día,
en medio de su desolación,
para construir los sueños de una vida mejor.
Hay vida… y luz,
en el corazón de aquellos que responden,
serena y pacíficamente,
ante la impunidad del mal que los asedia,
y en los que no guardan rencor ante la ofensa y la agresión.
Hay vida… y belleza,
en la armonía de la creación, y en aquellos que aman,
apasionadamente, todo lo que hacen,
no para sí, sino para ofrecer al mundo.
Hay vida… y alegría serena,
en el corazón de los que saben vivir
acogiendo y agradeciendo todo lo que son
y lo que tienen, sin desear más
o, incluso, sin tener nada.
Hay vida… y ternura
en los gestos de compasión de los que curan heridas
y remiendan las roturas del corazón.
Sí, hay vida cargada de Luz, esperanza, novedad, belleza,
ternura, alegría…
Y una música de Amor que todo lo envuelve
más allá de los confines de la tierra.
Nada podrá silenciar su Eterna sinfonía.
Tampoco el mal… ni la muerte.
Comenzamos la última semana del tiempo pascual, nos acercamos a la fiesta de Pentecostés. Y nuevamente comienzo este día contando contigo Señor.
Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Uno de los relatos sobre la creación que nos ofrece la escritura nos narra cómo desde Dios fue surgiendo la vida. Tuvo un proceso de varios días y al final de cada jornada tenía una misma mirada “Y vio Dios que era bueno”. Así sucede con el ser humano.
Y es verdad, Dios nos hizo tan bien y desea tanto que seamos felices y testigos de su inmenso amor, que no deja de salir a nuestro encuentro.
Durante estas últimas semanas, resulta curioso el tipo de mensajes publicitarios que nos encontramos en los medios de comunicación. Nos interpelan en el tema del cuidado, de tener seguridad, de trabajar por el bien común, nos dicen que cuentan con nosotros…
Hoy vamos a dejarnos interpelar por un cortometraje, utilizado como anuncio, se titula “Te lo digo amí”.
- Cada momento que vivimos es único y para acogerlo te puede ayudar: parar, escucharte, hablar con el Señor. Hoy te invitamos a hacerlo desde estas preguntas:¿Qué le dirías a tu pasado?
- ¿Qué le dirías a tu futuro?
- ¿Qué te gustaría que tu futuro le dijera a tu presente?
Además, puede ayudarte escribir cuáles son las luces que te ofrece este diálogo.
Termino dando gracias a Dios. Gracias Señor por la mirada de ternura que tienes con cada uno de nosotros.
Seguimos avanzando en el mes de mayo, mes de María. Celebramos el VII Domingo de Pascua, en el que el Señor nos dice “sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”.
En la Eucaristía. En casi todos los lugares será posible que participéis de manera presencial en vuestra parroquia. Si no es posible, es estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line y os seguimos ofreciendo diversos espacios donde poder celebrarla.
En Familia. Seguimos con la invitación del papa Francisco a rezar el Rosario en este mes de María.
En la semana Laudato Si’ Nos unimos en la Jornada Mundial de Oración convocada por el papa Francisco el domingo 24 de mayo.
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Este viernes, queremos presentarte Señor las pérdidas provocadas por el escaso cuidado que tenemos de nuestro planeta, por la explotación descontrolada que hacemos de él, por el consumo inconsciente en el que estamos inmersos, por el abuso de la mano de obra en países con escasos recursos, etc.
Oramos con dos testimonios que nos invitan a cuestionar nuestra manera de vivir:
«La pandemia -decía Francesco Soddu, director de Cáritas Italiana- ha golpeado en todas partes y nos enseña cómo solo con el compromiso de todos podemos levantarnos y derrotar incluso al virus del egoísmo social con los anticuerpos de la justicia, la caridad y la solidaridad. Ser constructores de un mundo más justo y sostenible, de un desarrollo humano integral que no deje a nadie atrás». «En particular esta pandemia puede ser una oportunidad para arraigar el valor de la fraternidad en nuestro futuro».
Cristina Antolín, médico y religiosa dominica, ha trabajando como voluntaria en un hospital madrileño. Ella sabe mucho de lo que es gestionar una crisis sanitaria en países donde las epidemias y las muertes por falta de recursos son el día a día (ha trabajado 30 años como médico en África, la mitad de ellos en Camerún). Pide que esta emergencia nos ayude a salir de nuestro “egoísmo”, a mirar más allá y a comprender que el derecho a la salud y al bienestar no puede depender del lugar donde se nace.
De estas dos experiencias:
- ¿Qué te sorprende?
- ¿A qué te invitan?
A lo largo de esta semana la Laudato Si’ nos ha acompañado, hoy nos recuerda, que “todo está conectado” y trágicamente, esta catástrofe sanitaria tiene mucho en común con la catástrofe ecológica, ambas son emergencias mundiales que afectarán a muchas personas, tanto directa como indirectamente, ambas son sufridas más gravemente por los pobres y vulnerables, ambas dejan al descubierto las profundas injusticias de nuestras sociedades y ambas se resolverán solo a través de un esfuerzo conjunto que apele a nuestros mejores valores comunitarios.
Terminamos rezando la oración con la creación.
Oración cristiana con la creación
Te alabamos, Padre,
con todas tus criaturas,
que salieron de tu mano poderosa.
Son tuyas, y están llenas
de tu presencia y de tu ternura.
Alabado seas.
Hijo de Dios, Jesús,
por ti fueron creadas todas las cosas.
Te formaste en el seno materno de María,
te hiciste parte de esta tierra,
y miraste este mundo con ojos humanos.
Hoy estás vivo en cada criatura
con tu gloria de resucitado.
Alabado seas.
Espíritu Santo, que con tu luz
orientas este mundo hacia el amor del Padre
y acompañas el gemido de la creación,
tú vives también en nuestros corazones
para impulsarnos al bien.
Alabado seas.
Señor Uno y Trino,
comunidad preciosa de amor infinito,
enséñanos a contemplarte en la belleza del universo,
donde todo nos habla de ti.
Despierta nuestra alabanza y nuestra gratitud
por cada ser que has creado.
Danos la gracia de sentirnos íntimamente unidos
con todo lo que existe.
Dios de amor,
muéstranos nuestro lugar en este mundo
como instrumentos de tu cariño
por todos los seres de esta tierra,
porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.
Ilumina a los dueños del poder y del dinero
para que se guarden del pecado de la indiferencia,
amen el bien común, promuevan a los débiles,
y cuiden este mundo que habitamos.
Los pobres y la tierra están clamando:
Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,
para proteger toda vida,
para preparar un futuro mejor,
para que venga tu Reino de justicia, de paz,
de amor y de hermosura.
Alabado seas.
Amén.
Francisco
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
¿Recuerdas la sensación que tuviste el primer día que saliste a la calle después de tanto tiempo en casa?
Estar al aire libre se ha convertido en un regalo.Poder respirar aire limpio, sentir la brisa, el sol, contemplar la naturaleza que brota por todos los rincones, encontrarse con otros, etc.
Es curioso que nuestra cuarentena ha supuesto un respiro para la tierra, ha contribuido a ver situaciones naturales que hacía décadas que no se daban, ha bajado el nivel de contaminación, los animales se han sentido más libres y parece que todos respiramos un poco mejor.
Contemplemos y disfrutemos algunos de esos regalos.
Dedica un tiempo a escuchar estas preguntas:
- ¿Qué te ha sorprendido más del vídeo?
- ¿Descubres algunos de estos signos a tu alrededor?
- ¿Qué disfrutas más, qué agradeces en tu vuelta al espacio público?
Y en continuidad con la semana de Laudato Si’, nos unimos a la oración comunitaria creada para celebrar su quinto aniversario y la llamada a cuidar la casa común.
Oración comunitaria Semana Laudato' Si
Dios de amor,
creador del cielo y la tierra y de todo lo que contienen.
Nos creaste a tu imagen y nos hiciste custodios de toda tu creación.
Nos has bendecido con el sol, el agua y la tierra fértil
para que todos pudiéramos alimentarnos.
Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones,
para que podamos responder al don de tu creación.
Ayúdanos a ser conscientes de que nuestra casa común
no solo nos pertenece a nosotros, sino también a todas las criaturas,
y a todas las generaciones futuras,
y que es nuestra responsabilidad preservarla.
Que ayudemos a garantizar que cada persona
cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.
Hazte presente entre los necesitados en estos tiempos difíciles,
especialmente los más pobres y los que corren más riesgos de ser abandonados.
Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad
en Esperanza y fraternidad, para que podamos experimentar
una verdadera conversión del corazón.
Ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa
para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial,
haznos valientes para cometer los cambios que se necesitan
en busca del bien común.
Que podamos sentir ahora, más que nunca,
que todos estamos interconectados, y que somos interdependientes.
Permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra
y al clamor de los pobres.
Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento
de un mundo más fraterno y sostenible.
Bajo la amorosa mirada de María Auxiliadora,
hacemos esta oración por Cristo Nuestro Señor.
Amén.
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Continuando en esta semana del cuidado de la casa común y nos acercaremos desde un canto a la maravilla de la creación.
Hoy vamos a rezar desde el cántico de Ananías, Azarías y Misael, que nos ofrece el libro de Daniel. Intentaremos ponernos en sintonía con las diversas voces que elevan su canto a Dios, Creador del universo y Señor de la historia.
Toda la creación alabe al Señor
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra,
bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
Dn 3,57-88.56
Como nos decía Juan Pablo II, en este pasaje la mirada se dirige al sol, a la luna, a los astros; se posa sobre la inmensa extensión de las aguas; se eleva hacia los montes; recorre las más diversas situaciones atmosféricas; pasa del calor al frío, de la luz a las tinieblas; considera el mundo mineral y el vegetal; se detiene en las diversas especies de animales. Luego el llamamiento se hace universal: convoca a los ángeles de Dios, y llega a todos los «hijos de los hombres», pero implica de modo particular al pueblo de Dios, Israel, a sus sacerdotes, a los justos.
En este cántico se refleja el alma religiosa universal, que percibe en el mundo la huella de Dios, y se eleva a la contemplación del Creador.
El cántico que acabamos de leer fue entonado por tres jóvenes (Ananías, Azarías y Misael) que iban a sufrir el martirio a causa de su fe. Su fe suscita la intervención del Señor, que los protege de la muerte. En el fondo de este evento se halla aquella especial historia de salvación en la que Dios elige a Israel para ser su pueblo y establece con él una alianza. Su fidelidad se encuentra con la fidelidad de Dios.
- ¿Cúal es mi cántico al Señor en los momentos más complejos o difíciles?
- ¿Dónde encuentro refugio en mis momentos más complicados?
- ¿Qué espacios favorecen mi encuentro con Dios?
Dedico un momento a repasar los espacios, personas, que me han facilitado el encuentro con Dios.
Termino agradeciendo al creador de la casa común:
«Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo».
Un nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nos encontramos en la semana Laudato Si’, una iniciativa querida por el papa Francisco que concluye el 24 de mayo con una Jornada Mundial de Oración.
La Semana Laudato Si’ es parte de una campaña global con motivo del 5º aniversario de la encíclica sobre el cuidado de la casa común y nos recuerda que «todo está conectado». En este momento extraordinario, católicos de todo el mundo nos unimos para reflexionar, rezar y prepararnos juntos por un mundo mejor.
«¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?». A partir de esta pregunta, el Papa renueva su urgente llamamiento para “responder a la crisis ecológica», puesto que «el clamor de la tierra y el clamor de los pobres no dan para más”. “Cuidemos la creación, don de nuestro buen Dios Creador. Celebremos juntos la Semana Laudato Si’”.
Escuchemos la pregunta y dejemos que nos interpele la invitación del Papa.
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan?
Nos unimos al clamor de esta semana con esta oración por nuestra tierra.
Dios omnipotente,
que estás presente en todo el universo
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz,
para que vivamos como hermanos y hermanas sin dañar a nadie.
Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar
a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos.
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan solo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.
Francisco
Dejo que a lo largo del día resuenen en mí estas preguntas:
- ¿Qué tipo de mundo quiero vivir?
- ¿Qué tipo de mundo quiero dejar a quienes nos sucedan?
Una nueva semana quiero dedicar un tiempo para estar contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Sé Señor que estás conmigo, aunque no siempre lo sienta, aunque me pregunte, me cuestione, me enfade o no quiera saber nada de ti.
Me ofreces muchas maneras de acercarme a ti, de encontrarte en mi día a día. Tú no te cansas de salir a mi encuentro. Yo no siempre soy capaz de reconocerte.
Hoy vamos a encontrarnos desde la letra de una canción, dejo que resuene en mí, me quedo con aquella expresión o frase que más me identifica en este momento, e intento descubrir… dónde te encuentro en ella (dialogo contigo sobre ella).
Letra de la canción
Quiero volver a sentirte como ayer,
que me acaricie la brisa de mi cara.
Quiero volver a jugar, no quiero perder,
son mis recuerdos, momentos de la infancia.
Quiero volver a sentirte como ayer,
que me acaricie la brisa de mi cara.
Quiero volver a jugar, no quiero perder,
son mis recuerdos y es que todo cambia.
Quiero volver a notar la brisa de la mañana,
no tener prisa, correr descalzo, sin rumbo en la playa.
Quiero miradas con carcajadas.
Son mis recuerdos, momentos bonitos que marcan
pero ya no volverán, por eso hay que aprovechar,
lo que nos brinda esta vida también nos lo quita.
Quiero sonrisas, quiero más días de verano,
no preocuparme, el sol quemando entre mis manos,
quiero regalos, me refiero a un atardecer.
Quiero ser libre como el viento, quiero envejecer a tu lado.
Que el quinquise cante algo,
que me espere Manuela sentadica en el banco.
Aquellos años que vuelvan otra vez.
Quiero brindar por este tema.
Quiero volverme a perder,
por tus lunares me sabe a calle.
Las cancioncitas que me salen yo quiero regalarte.
Con tanta mierda encima me cuesta aguantar.
Tengo más problemas que ganas de respirar.
Tengo un estilo al que jamás podrán aspirar.
Vuelo con mis alas y me las quieren cortar.
No consiento que me quiten mi libertad.
Yo no me vendo porque no me pueden comprar.
Cantando reggae, flamenco y rumba.
Que me rodeé la cuna hasta la tumba.
Quiero ser libre y dejar mi huella,
y solo dedicarme cantar,
para que pueda seguir mi estrella,
cuando mi alma deje de sonar.
Dialogo contigo y dejo que Tu Palabra, que habita en mí, ilumine mi momento. Yo también quiero ser libre y dejar mi huella, cantar para que pueda seguir mi estrella, aquella que Tú sueñas para mí:
Escucho la canción y saboreo aquello a lo que siento que el Señor me invita hoy.
Termino rezando la oración a la quiero volver cada día para agradecer tu presencia en mi vida. Padrenuestro.
Este fin de semana celebramos el VI Domingo de Pascua. Seguimos caminando en el tiempo pascual hacia Pentecostés.
Podemos unirnos:
En la Eucaristía. En muchos lugares tal vez sea posible que participéis de manera presencial en vuestra parroquia. Si no es posible, es estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line y os seguimos ofreciendo diversos espacios donde poder celebrarla.
En Familia. Seguimos con la invitación del papa Francisco a rezar el Rosario en este mes de María.
Con María, por todas las mujeres que se dedican al cuidado Queremos agradecer y ofrecer un recuerdo por todas las mujeres que sostienen la vida mediante el cuidado. Con este vídeo de la celebración del Día Internacional de la Enfermería agradecemos la incansable tarea de dar y cuidar la Vida.
De nuevo quiero dedicar un tiempo para estar contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Un nuevo viernes nos acercamos a tí Señor para presentarte el sufrimiento de tantos hermanos. Todos hemos vivido pérdidas de diverso tipo en estas semanas donde parece que se ha puesto patas arriba medio mundo.
Si a todos nos ha cambiado la vida, a algunas personas de una manera más dura. Eso puede alimentar nuestra duda, porque si somos todos hijos de un mismo Dios, ¿por qué siempre caen los mismos?
No queremos acostumbrarnos Señor al dolor de los otros, y queremos que nos ayudes a que crezca en nosotros y nosotras Tu sensibilidad y ternura para sentirnos hermanos.
- Te presentamos la vida de tantas personas que han perdido su trabajo, que llegan con dificultad a final de mes, tantos que han necesitado y necesitan la ayuda de entidades sociales.
- Queremos presentarte a los compañeros que no tienen acceso a las nuevas tecnologías, que son víctimas de la brecha digital.Nos dejamos tocar e interpelar por la realidad que nos muestra este vídeo:
Recitamos juntos este fragmento:
Un mandamiento nuevo
Os doy un mandamiento nuevo.
Un mandamiento que no manda,
porque el amor no se puede mandar,
el amor no puede ser una obligación;
sino una invitación:
os invito a experimentar el amor,
os invito a gustar el amor,
os invito a un banquete de amor.
Os propongo una nueva manera de amar,
os incito,os hago un requerimiento.
Os doy un mandamiento nuevo.
Una fórmula infalible y certera
como flecha directa al corazón,
mortal de necesidad.
Un amor extensivo,
una onda expansiva
que desde donde estáis
llegue a toda la superficie del lago
en oleadas sucesivas,
transmisoras de un mismo sentimiento.
Hasta la gota de agua más alejada
recibe y se conmueve, se siente requerida por
un mandamiento nuevo.
Os doy un mandamiento nuevo.
Una señal distintiva, acreditativa,
una señal de identidad y de identificación,
como garantía de calidad y denominación de origen;
por ella se conocerá que sois de los míos.
Os reconocerán por cómo amáis:
cómo practicáis la solidaridad,
cómo os relacionáis unos con otros,
cómo os afecta las situaciones humanas,
cómo os sentís mandados, solicitados,
reclamados, requeridos por
un mandamiento nuevo.
(Joaquín Suárez Bautista, «Los otros salmos»)
De nuevo quiero dedicar un tiempo para estar contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Seguimos creyendo en la fuerza de caminar juntos, de unirnos ante la dificultad, de hacer una súplica común como pueblo.
El Alto Comité de Fraternidad Humana, en el que se encuentra el papa Francisco, anunciaba para hoy una ‘Oración por la humanidad’, donde convoca a todas las personas del mundo a “recurrir a Dios a través de la oración y la súplica, haciendo ayuno y obras de misericordia, cada individuo en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que elimine esta pandemia” del COVID-19.
En esta jornada en la que los que creemos en Dios, acudimos al Todopoderoso con una única voz.
Acogemos la invitación que recibimos hoy de unirnos en la oración, en el ayuno y en las obras de misericordia.
Oración y súplica
Padre a ti levantamos nuestra oración y nuestros ojos con el Salmo 121
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
el Señor está a tu derecha.
De día el sol no te hará daño
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
el Señor guarda tu alma.
Él guarda tus entradas y salidas
ahora y por siempre.
Buscamos que Dios “nos ayude a salir de esta aflicción, inspire a los científicos a descubrir un medicamento que acabe con ella, salve al mundo de las consecuencias sanitarias, económicas y humanas debido a la propagación de esta pandemia peligrosa”.
¿Con qué súplica me uno a esta oración común?
Ayuno
El ayuno ha sido utilizado desde hace muchos años y se siguen utilizando en muchas religiones, ya que se cree que ayuda a las personas a depurarse, renovarse y llegar a un nivel espiritual que te acerca más a lo divino.
Isaías nos indica el ayuno que quiere Dios:
“El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas sanarán rápidamente; tu justicia te abrirá camino, detrás irá la gloria del Señor. Entonces llamarás al Señor, y te responderá; pedirás auxilio, y te dirá: Aquí estoy” (Is 58, 6-9).
¿De lo que tengo, de lo que soy, qué gesto puedo ofrecer, qué necesito abrir, dejar libre, romper, compartir…?
Obras de misericordia
Estas acciones nos acercan a Dios mediante la ayuda al prójimo, a mi hermano.
Hay obras de misericordia corporales, que nos recuerdan el modo de obrar de Jesús, como son: cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo…
Otras obras de misericordia son espirituales, son actitudes y enseñanzas del mismo Cristo: el perdón, la corrección fraterna, el consuelo, soportar el sufrimiento, rezar por otros, etc.
¿Qué obras de cuidado puedo ofrecer en este momento?
¡Comparte! Ayúdanos a ayudar, #CadaGestoCuenta.
Y terminamos juntos rezando la oración que nos hace hermanos. Padrenuestro.
De nuevo quiero dedicar un tiempo para estar contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Despierta un nuevo día, y deseo despertar y llenarme de Tu presencia Señor, enséñame a encontrarte en lo bello de lo pequeño, de lo cotidiano.
Me acerco a Tu Palabra:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos». (Juan 15, 1-8)
La Palabra de Dios viene a nosotros de manera nueva cada vez que nos acercamos a ella. Son muchos los temas que puede tratar y nos tocan o afectan de manera diferente en función de cómo me encuentro y lo que vivo. Dedico un tiempo a dejar que el Evangelio me hable hoy.
Si me ayuda puedo tener este diálogo con el Señor:
- “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”. ¿Eres importante en mi vida Señor? ¿Dedico tiempo a cuidar el encuentro contigo?
- Me pides permanecer a Tu lado. ¿Qué significa para mi? ¿Dejo que seas el centro de mi manera de actuar?
- “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará”. ¿Confío en lo que Tu sueñas para mi? ¿Qué te pido Señor?
Terminamos agradeciendo este encuentro y rezando la oración que Jesús nos enseñó, Padrenuestro.
De nuevo quiero dedicar un tiempo para estar contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poco a poco la vida que se estaba visibilizando desde nuestras casas a través de la televisión y las redes sociales, también se empieza a ver en las calles.
Después de este tiempo de confinamiento, de nuevo hemos podido pisar las calles de nuestros pueblos y ciudades.
En esta experiencia de reencuentro en el espacio común, dedica un tiempo a escuchar los sentimientos que te ha provocado salir de nuevo:
- ¿Qué he sentido al salir de nuevo a la calle?
- ¿Con qué, con quién me he encontrado/reencontrado?
- ¿Qué me ha resultado novedoso en este momento?
Seguimos en el tiempo pascual, tiempo de encuentros. Como vivieron los apóstoles, algo ha renacido en todo este tiempo también para nosotros. Puede que nuestra mirada sea capaz de ver distinto lo que antes veíamos como cotidiano, puede que este tiempo que hemos vivido de otro modo, nos haya hecho ver de manera diferente la realidad que nos rodea, incluso mi relación con Jesús puede haber cambiado.
Hay cosas antiguas que permanecen pero, ¿en qué descubro lo nuevo que está brotando?
Nos podemos plantear qué actitud quiero tener en este nuevo tiempo, qué tipo de conexión con la vida quiero.
Desde la sintonía de modo amigo, hermano, hijo, me dirijo al Dios con la oración que nos sintoniza a los cristianos. Padrenuestro.
Una nueva semana quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hemos vivido una etapa intensa de confinamiento, en la que muchas personas han cuidado y acompañado especialmente a las personas más frágiles y enfermas. El reconocimiento, la admiración y agradecimiento es compartido desde diversos ámbitos de la sociedad.
El grafitero Banksy ha donado la obra “Game Changer” a un hospital con una nota: «Gracias por todo lo que estáis haciendo. Espero que esto ilumine un poco el lugar, incluso si es solo en blanco y negro«.
Dedico un rato a contemplar esta obra.
- ¿De qué te habla este dibujo?
- ¿Qué te hace sentir la nota que el artista deja con su obra?
Puedo traer al diálogo con el Señor a las personas que deseo agradecer algo, y aquellas que me iluminan. sobre todo cuando tengo más preocupación, cansancio o dificultad.
Los cristianos contamos con un amigo, un compañero llamado Jesús, que también desea ser luz en nuestra vida. Nos mostró un estilo de vida basado en una única cosa, el amor, porque como nos recuerda esta canción, si no tengo amor de nada me vale.
Terminamos con las palabras que Él nos enseñó, que pretenden iluminar nuestro día a día y nos invitan a amar. Padrenuestro.
Este fin de semana celebramos el V Domingo de Pascua. Escuchemos atentamente la auto-revelación de Jesús como el camino que lleva a Dios: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Podemos unirnos:
En la Eucaristía. Será estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line, pero si no es posible, os ofrecemos diversas maneras de celebrarla.
En Familia. La semana pasada leíamos la carta del Santo Padre Francisco a todos los fieles para este mes de mayo. En ella nos invitaba a redescubrir la belleza de rezar el Rosario en casa durante este mes. Nos unimos a muchos pueblos que también le rezarán en los diferentes lugares de la tierra.
“Queridos hermanos y hermanas: contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá todavía más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba. Rezaré por ustedes, especialmente por los que más sufren, y ustedes, por favor, recen por mí. Les agradezco y los bendigo de corazón”.
Terminamos con esta oración a María.
Oh María,
tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación de los pueblos,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomó nuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
En este nuevo día quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Un nuevo viernes queremos traer al corazón a tantas personas que nos han dejado últimamente y de las que no nos hemos podido despedir como nos hubiera gustado. Queremos agradecer sus vidas.
En estas situaciones que nos cuestan, que nos duelen, quiero alabarte y agradecerte que estés a mi lado.
“Aun en medio del dolor, te alabo, aunque no haya fuerza en mí, aun cuando no tenga voz, aun cuando no entienda el porqué… te alabo en medio del dolor porque Tú me sostienes”, nos dice esta canción:
María, la madre de Jesús, supo vivir la voluntad de Dios en cada momento de su vida, también aprendió a acompañar a Jesús en cada situación especialmente en aquellas que la desconcertaban y en las más dolorosas. Aprendió a estar al pie de la cruz y a hacerse madre de todos por amor. A ella nos acercamos y a ella le pedimos por todos.
«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh,Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este período de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.
Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.
Oh María, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
Francisco
Nos encomendamos a Ti María.
Nuevo día en el que quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Como cada día te pido Señor que me hagas sentir tu amor, que me des la fuerza para continuar la búsqueda. Cambia mi mirada heredada y vieja para descubrir tu luz en la tiniebla, y haz que mis pasos no se detengan.
Vamos a rezar despacio con esta oración:
No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos.
Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.
Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.
Te pido fuerza, auto-control y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.
Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar.
Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras.
No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego.
¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!
Releo despacio la oración, y dejo que resuene en mí aquella petición que más necesito en este momento. Termino repitiendo esa frase.
Un nuevo miércoles quiero seguir caminando contigo Señor y que Tu Palabra ilumine mi vida y encienda mi noche. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
El Evangelio de Juan hoy nos dice:
En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo:
«El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas.
Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre». (Jn 12, 44-50).
El Señor vino a ser luz para el mundo, vino a acompañarnos aun cuando no vemos, y en aquellas situaciones en las que nos envuelve el mundo sin que seamos consciente de ello.
Aunque nos sacuda el cansancio, el miedo, la enfermedad, la muerte, la soledad… ayuda parar y comprender qué luz he escogido para mi vida; no solo cuando me encuentro con dificultades, sino en mi manera de actuar cada día. ¿Qué luz ilumina mis pasos?
Quiero presentarte Señor a tantas personas que necesitan o necesitamos de Tu luz en estos momentos.
Por todas las personas:
- Que caminan en la enfermedad.
- Que sufren en la soledad, que están incomunicadas y viven la tristeza.
- Que han tenido pérdidas importantes, especialmente humanas y que se viven en el luto y la despedida.
- Que han perdido el trabajo y que viven con angustia y preocupación el día a día de su familia.
Las encomendamos al amor maternal de María rezando el Ave María.
De nuevo quiero dedicar un tiempo para estar con el Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Qué bonito que entre las miles de noticias que recibimos, nos encontremos con iniciativas que ofrecen lo mejor del ser humano al servicio de los demás. La vida nos pone retos, que podemos aprovechar y aprender muchísimo de ellos.
“Cuando volvamos seremos distintos, pero ya somos mejores”, dice el titular de la siguiente noticia.
Desde esta clave de ofrecernos lo mejor, rezamos con el papa Francisco por la unidad en esta pandemia (27.03.2020).
“Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad…
Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras.
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido”.
- ¿Conoces y te sientes partícipe de alguna de estas iniciativas?
- ¿Te sientes invitado a despertar y activar la solidaridad y la esperanza?
- ¿Experimentas la comunión con todo el pueblo en este momento?
Son muchas las propuestas que desde la música han surgido con causas solidarias y un mismo objetivo: parar esta enfermedad y sus consecuencias.
Nos unimos a este objetivo, con el Videoclip: «Quiero abrazarte, cuando esto acabe».
Termino la oración agradeciendo la creatividad y el buen hacer al servicio común con la oración que nos recuerda que todos somos uno, Padrenuestro.
Comienza otra nueva semana en la que quiero seguir caminando contigo Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nos encontramos en un período de desescalada, de fases para intentar volver a la “normalidad”, tal vez, para retomar parte de una vida cotidiana que vivíamos como rutina y que ahora añoramos. Pero queremos volver con cuidado, queremos seguir cuidándonos y cuidando la vida, especialmente la de los más vulnerables.
Durante el estado de alarma en el que hemos podido salir menos de casa, han sido muchos y variados los gestos, las iniciativas, las ofertas, que desde el mundo de la cultura se nos han regalado. El arte, la danza, la música, la lectura… también nos han acompañado y alimentado durante este tiempo.
El miércoles se celebraba el Día Internacional de la Danza y la Compañía Nacional de Danza iniciaba una cadena humana de mano en mano, donde bailarines y bailarinas se pasaban el relevo, de casa en casa. Una cadena de amor por la danza, la vida, y el deseo de volver a bailar ante el público. Nos sumergimos con ellos en esta preciosa manera de expresar que nos evoca tantos sentimientos.
Los cristianos a lo largo de la historia también hemos experimentado la danza de la oración, que generación tras generación nos ha permitido dirigirnos al Padre con las mismas palabras que lo hizo Jesús.
Nos unimos como la cadena de amor del pueblo cristiano que se acerca al Padre y le dice:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén
Terminamos escuchando esta misma oración en la lengua materna de Jesús.
Seguimos caminando en el tiempo pascual y el Señor resucitado va a nuestro lado, sale a nuestro encuentro. Este fin de semana celebramos el IV domingo de Pascua, comienza el mes de mayo con especial dedicación a María y celebramos el Día de la Madre. ¡Muchas felicidades a todas nuestras mamás!, a las que tendremos muy presentes y cuidaremos de manera especial este fin de semana.
Podemos unirnos:
En la Eucaristía. Será estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line, pero si no es posible, os ofrecemos diversas maneras de celebrarla.
En Familia. Os animamos a leer juntos la carta que el papa Francisco nos ha escrito para el mes de mayo.
En Iglesia. Nos unimos también este fin de semana a la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones. Podemos participar de los múltiples espacios ofrecidos por diversos grupos de iglesia para celebrar y orar con otros a lo largo de todo el fin de semana.
Comenzamos el mes de mayo y de nuevo quiero dedicar un tiempo para estar con el Señor. Busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Hoy queremos Señor presentarte a todas las personas que han hecho de su vocación y trabajo un servicio para el bien común, al cuidado de todos y, de manera especial, de los más frágiles y vulnerables, acompañando a muchas personas en el final de su vida.
Nos unimos al Aleluya de acción de gracias de Ainhoa Arteta, dedicado al personal de un hospital, que nosotros queremos hacer extensible a todas las personas que hacen de su vida una valiente y generosa entrega.
Hay momentos de prueba que nos hacen ver cosas extraordinarias, a personas únicas. Lo que vamos viviendo las últimas semanas, tal vez nos haya hecho valorar más a las personas, la profesionalidad, el cuidado de unos con otros.
Hoy se celebra el Día del Trabajo, los más jóvenes seguramente tengáis una idea de qué queréis ser de mayores, a qué os queréis dedicar. Tal vez, este tiempo en casa os haya ayudado a valorar que lo importante no es cuánto se gana, sino qué se gana.
Recemos con parte de la oración del papa Francisco para este momento de pandemia (27 marzo 2020).
Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás. Y podemos mirar a tantos compañeros de viaje que son ejemplares, pues, ante el miedo, han reaccionado dando la propia vida. Es la fuerza operante del Espíritu derramada y plasmada en valientes y generosas entregas. Es la vida del Espíritu capaz de rescatar, valorar y mostrar cómo nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos, descubrimos y experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21). Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad.
Reposamos esta oración interiormente, tal vez me ayude volver a leerla despacio e ir recordando en ella a personas concretas que conozco detrás de cada una de estas profesiones o vocaciones.
Terminamos con otra canción de acción de gracias, que vamos a dedicar a todo el personal sanitario que ha perdido la vida por llevar a cabo su vocación profesional, por cuidar la vida de tantos… Señor te presentamos a todos estas personas que son testigos de Tu amor y que han seguido tu manera de hacer.
Oraciones del mes de abril
Un nuevo día me preparo para estar con el Señor, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Comenzamos con uno de los mensajes anunciado con fuerza en el tiempo pascual “que la paz esté con vosotros”. En la lengua hebrea es “shalom aleijem”, con esta canción pedimos la paz.
La semana pasada tenía lugar en Israel un encuentro de oración histórico. Los representantes de las Iglesias habían pedido que todos los hijos de Abraham y los creyentes de otras religiones se reunieran para rezar e invocar el final de la pandemia.
La oración interreligiosa fue organizada por el Ayuntamiento de Jerusalén y reunió a los jefes de las tres religiones abrahámicas, junto con otros representantes religiosos.
Nos unimos a esta iniciativa, pidiendo al Señor con algunas de las invocaciones y expresiones que proclamaron en la oración:
“La misma enfermedad nos hace bajar a la tierra, a nuestra condición de criaturas. Incluso si alguno ha tenido el delirio de la omnipotencia en clave científica o de capacidad humana, por desgracia este tipo de experiencias nos devuelve a la desnudez de Adán, a la experiencia directa e inmediata de la fragilidad”. (Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton).
«El coronavirus no conoce fronteras entre religiones, razas o partidos políticos.Estamos unidos en la enfermedad, y esto ha destruido muchas fronteras y prejuicios entre nosotros». Tenemos esperanza de que esta unidad pueda continuar incluso después del final de la crisis del Coronavirus. (Arzobispo Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén).
“Jerusalén es Santa para todo el mundo y hemos venido aquí por un problema común. No importa si somos cristianos, judíos o musulmanes. Rogamos a Dios que nos ayude y no hay diferencia entre las personas. Espero que lo que hemos hecho hoy ayude a conseguir que el coronavirus desaparezca en todo el mundo”. (Alcalde de Jerusalén, Moshe Lion).
Dios, el primero y el último, Dios de todas las criaturas, Señor de todas las generaciones, despierta a los que duermen y aviva a los que dormitan, cura a los enfermos, abre los ojos de los ciegos y levanta a los que están inclinados. Venimos ante ti con la cabeza inclinada, agachados, y suplicamos.
Cientos de miles murieron, millones se han enfermado. Salva, te suplicamos, oh Señor. Te suplicamos, oh Señor, ¡envía prosperidad! Envía recuperación completa a los enfermos, evita la plaga de Tu mundo.
Por favor, Dios, Tú, que nos has alimentado con hambre y nos has provisto de abundancia, nos has sacado de la peste y nos has liberado de enfermedades graves y duraderas. Ayúdanos.
Hasta ahora, Tu misericordia nos ha ayudado y Tu amabilidad no nos ha abandonado, por lo tanto, suplicamos y pedimos ante Ti que nos sanes, Señor y seremos sanados, sálvanos y seremos salvados, porque Tú eres nuestra gloria.
Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean agradables ante Ti, oh Señor, mi roca y redentor. Como en las palabras del Salmo 121 “Shir Hamaalot”.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
el Señor está a tu derecha.
De día el sol no te hará daño
Un nuevo día me preparo para estar con el Señor, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Comenzamos con uno de los mensajes anunciado con fuerza en el tiempo pascual “que la paz esté con vosotros”. En la lengua hebrea es “shalom aleijem”, con esta canción pedimos la paz.
La semana pasada tenía lugar en Israel un encuentro de oración histórico. Los representantes de las Iglesias habían pedido que todos los hijos de Abraham y los creyentes de otras religiones se reunieran para rezar e invocar el final de la pandemia.
La oración interreligiosa fue organizada por el Ayuntamiento de Jerusalén y reunió a los jefes de las tres religiones abrahámicas, junto con otros representantes religiosos.
Nos unimos a esta iniciativa, pidiendo al Señor con algunas de las invocaciones y expresiones que proclamaron en la oración:
“La misma enfermedad nos hace bajar a la tierra, a nuestra condición de criaturas. Incluso si alguno ha tenido el delirio de la omnipotencia en clave científica o de capacidad humana, por desgracia este tipo de experiencias nos devuelve a la desnudez de Adán, a la experiencia directa e inmediata de la fragilidad”. (Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton).
«El coronavirus no conoce fronteras entre religiones, razas o partidos políticos.Estamos unidos en la enfermedad, y esto ha destruido muchas fronteras y prejuicios entre nosotros». Tenemos esperanza de que esta unidad pueda continuar incluso después del final de la crisis del Coronavirus. (Arzobispo Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén).
“Jerusalén es Santa para todo el mundo y hemos venido aquí por un problema común. No importa si somos cristianos, judíos o musulmanes. Rogamos a Dios que nos ayude y no hay diferencia entre las personas. Espero que lo que hemos hecho hoy ayude a conseguir que el coronavirus desaparezca en todo el mundo”. (Alcalde de Jerusalén, Moshe Lion).
Dios, el primero y el último, Dios de todas las criaturas, Señor de todas las generaciones, despierta a los que duermen y aviva a los que dormitan, cura a los enfermos, abre los ojos de los ciegos y levanta a los que están inclinados. Venimos ante ti con la cabeza inclinada, agachados, y suplicamos.
Cientos de miles murieron, millones se han enfermado. Salva, te suplicamos, oh Señor. Te suplicamos, oh Señor, ¡envía prosperidad! Envía recuperación completa a los enfermos, evita la plaga de Tu mundo.
Por favor, Dios, Tú, que nos has alimentado con hambre y nos has provisto de abundancia, nos has sacado de la peste y nos has liberado de enfermedades graves y duraderas. Ayúdanos.
Hasta ahora, Tu misericordia nos ha ayudado y Tu amabilidad no nos ha abandonado, por lo tanto, suplicamos y pedimos ante Ti que nos sanes, Señor y seremos sanados, sálvanos y seremos salvados, porque Tú eres nuestra gloria.
Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean agradables ante Ti, oh Señor, mi roca y redentor. Como en las palabras del Salmo 121 “Shir Hamaalot”.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
el Señor está a tu derecha.
De día el sol no te hará daño
Un nuevo día me preparo para estar con el Señor, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Nos seguimos queriendo encontrar con Tu Palabra Señor. Desde el Evangelio, hoy oramos con Jesús.
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». (Mt 11, 25-30)
Hago silencio. Dejo que estas palabras que Jesús dirigió a su Padre resuenen en mi interior y repito aquellas que necesito hoy.
Termino este encuentro expresando al Padre mi gratitud, como lo hizo Jesús dando gracias.
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños».
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque…
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque…
Amén.
Un nuevo día me preparo para estar con el Señor, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Queremos tener una mirada que nos ayude a seguir buscando aquellas noticias, comunicaciones que nos ofrezcan vida.
Escribía en las redes la hermana Xiskya: “La pandemia está sacando lo que de Dios tenemos todas las personas de buena voluntad, la esperanza nos lleva a reconocerlo”.
Vamos a escucharla, porque nos invita a no dejar de alimentar nuestra esperanza mediante cinco ideas o posibilidades.
Relee de nuevo las cinco pistas que nos ofrece @Xiskya y descubre cuáles de ellas son ya parte de tu vida y cuáles son una invitación hoy.
¿Cómo alimentar la esperanza? Ideas o posibilidades.
- Dedica un rato al silencio y la oración de manera tranquila. La esperanza nace de la fe, la fe nos la da Dios en la oración. Habla con Dios, como si fuese un amigo, da igual si te enfadas o le cuestiones, pero también escúchale.
- Juega al veo veo, a buscar a Dios. Esfuérzate, podemos verlo en el paso de nuestra vida, por tu barrio, por el mundo, por las redes y descarta todo lo que no sea Él. Todo lo bueno que nos rodea es una señal de su presencia.
- Dale una alegría a alguien. Es el momento de vivirlo, es más feliz el que da que el que recibe, aunque solo sea una palabra de consuelo, si puedes servir,sirve, depende de tus posibilidades.
- Acepta las realidades de la fe: Dios no ha querido esta pandemia, no es un castigo, ni el confinamiento. La naturaleza sigue su curso, aceptar la realidad desde la fe nos ayuda a mantener la paz y la alegría y, sobre todo,nos lleva a poner lo mejor de nosotros mismos al servicio de los demás, aunque en muchos casos tengamos que reducirlo a la oración porque no podemos hacer otra cosa.
- Dios nos coge de la mano en los momentos más difíciles. La esperanza no es solo para creyentes y es más que el optimismo. Mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo, decía Eduardo Galeano. Tú, yo, somos uno de ellos. Que tengáis mucha esperanza en vuestro corazón.
Terminamos con un canto a la esperanza desde el pregón pascual:
Jesús está vivo – Él es nuestra esperanza
Comienza una nueva semana, me preparo para estar con el Señor, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Observa esta imagen
¿Qué ves? ¿Qué te provoca? ¿A qué te invita?
Esta imagen, es la portada de una revista de moda para el próximo mes de mayo. Es la primera vez que una ilustración protagoniza la portada.
La directora de esta revista nos dice: “Una de las pocas certezas que hoy tenemos es que el alejamiento nos ha acercado como nunca a los demás. Y a ese sentimiento hemos querido dedicar este número de mayo, tan insólito como las circunstancias en las que ha sido creado”.
El creador de la ilustración quiere reflejar el momento en el que vivimos con una invitación al optimismo y a la esperanza.
En la portada aparece el siguiente texto “nunca estar lejos nos hizo sentir tan cerca”.
- ¿Te identificas con esta afirmación?
- ¿De qué, de quiénes te sientes a la vez tan lejos y tan cerca en estos momentos?
De diversas maneras, a lo largo de estas semanas, la música y el arte han cobrado rostro de multitud, de equipo y nos hace sentir que nos necesitamos, que vamos juntos y que juntos podemos.
Pidamos a Dios no ser indiferentes al dolor, a mi hermano, a las injusticias… Pidamos desde esa terraza, desde nuestra ventana, y desde cada rincón de nuestras casas y corazones seguir mirando con compasión a nuestro mundo.
Y terminamos rezando la oración que nos hace hermanos Padrenuestro.
Seguimos caminando en el tiempo pascual y el Señor resucitado sigue caminando a nuestro lado, saliendo a nuestro encuentro. Este fin de semana celebramos el III domingo de Pascua y nos acompaña el encuentro de esperanza con los discípulos de Emaús. Podemos unirnos:
En la Eucaristía. Será estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line, pero si no es posible, os ofrecemos diversas maneras de celebrarla.
En familia. Os animamos a ver y escuchar la canción que nos narra el encuentro de los discípulos de Emaús.
Dejemos un espacio para compartir aquello que nos regala a cada uno. ¿Cómo camina Jesús a nuestro lado? ¿Cómo lo encuentro en los demás?
(podemos utilizar símbolos, dibujos, representar el encuentro, recordar a personas que han hecho arder nuestro corazón, etc.).
Un nuevo día me preparo para un rato de oración, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La canción “Dios está aquí” nos ayuda a tomar conciencia de que es posible sentirle, que el Señor siempre nos acompaña y está a nuestro lado.
Las preguntas nos acompañan a lo largo de la vida. Cuando vivimos situaciones más complejas preguntamos a Dios, ¿dónde estás?
En una homilía de estos días el cardenal Juan José Omella decía:
El Señor está, no nos abandona nunca, el resucitado está con nosotros todos los días, y necesitamos una mirada profunda que le reconozca.
Y contó la siguiente historia:
Un sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia a mediodía. Al pasar por el altar decidió quedarse cerca para ver quién había venido a orar. En ese momento se abrió la puerta y el sacerdote frunció el ceño al ver que un hombre se acercaba por el pasillo. El hombre estaba sin afeitar desde hacía varios días, vestía una camisa raída, traía un abrigo gastado, cuyos bordes se habían comenzado a deshilachar. El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fue. Durante los días siguientes, el mismo hombre, siempre a mediodía, entraba en la iglesia, se arrodillaba brevemente y volvía a salir. El sacerdote, un poco temeroso, empezó a sospechar que se tratase de un ladrón; por lo que un día se puso a la puerta de la iglesia, y cuando el hombre se disponía a salir, le preguntó: “¿Qué haces aquí?”.
El hombre dijo que trabajaba cerca y tenía media hora libre para el almuerzo, y aprovechaba ese momento para orar. “Solo me quedo unos instantes, ¿sabe?, porque la fábrica queda un poco lejos; así que solo me arrodillo y digo: Señor, solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados; no sé muy bien orar; pero pienso en ti todos los días. Así que, Señor, este es Jim fichando”.
El sacerdote, sintiéndose un tonto, le dijo a Jim que estaba bien y que era bienvenido a la iglesia cuando quisiera. El sacerdote se arrodilló ante el altar como nunca lo había hecho. Sintió dentro que su corazón se derretía con el calor del amor, y encontró a Dios. Mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, en su corazón repetía la plegaria de Jim: “Solo vine nuevamente para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados. No sé muy bien orar, pero pienso en ti todos los días. Así que, Señor, aquí estoy yo fichando”.
Cierto día, el sacerdote notó que el viejo Jim no había vuelto. Los días siguieron sin que Jim volviese para orar, por lo que el párroco comenzó a preocuparse. Hasta que un día fue a la fábrica a preguntar por él. Le dijeron que estaba enfermo, que pese a que los médicos estaban muy preocupados por su estado, todavía creían que tenía posibilidad de sobrevivir. La semana que Jim estuvo en el hospital trajo muchos cambios. Él sonreía todo el tiempo y su alegría era contagiosa. La enfermera jefe no podía entender por qué Jim estaba tan feliz, ya que nunca había recibido ni flores, ni tarjetas, ni visitas. El sacerdote se acercó al lecho de Jim con la enfermera, y esta le dijo, mientras Jim escuchaba: “Ningún amigo ha venido a visitarlo, él no tiene a quién recurrir”. Sorprendido, el viejo Jim dijo con una sonrisa: “La enfermera está equivocada. Ella no puede saber que todos los días, desde que llegué aquí, a mediodía, un querido amigo mío viene, se sienta aquí en la cama, me coge las manos, se inclina sobre mí y me dice: Solo vine para decirte, Jim, cuán feliz fui desde que encontré tu amistad y te liberé de tus pecados. Siempre me gustó oír tus oraciones. Pienso en ti cada día. Así que, Jim, este dia es Dios fichando contigo”.
Ese Jim en el hospital sintió la paz del resucitado, que no estaba solo. Como nosotros en estos días de confinamiento, y todos los días de nuestra vida, si sabemos abrir el corazón y acoger al resucitado Él también nos dice “paz a vosotros”.
Pidámosle al Señor que como Jim, nos acerquemos cada día a su encuentro.Terminamos rezando el Padrenuestro.
Un nuevo día me preparo para un rato de oración, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Le pedimos al Señor que su Palabra sea lámpara para nuestros pasos:
Hoy vamos a rezar con el Padrenuestro reposando cada una de sus frase y lo haremos a la luz del momento que vivimos. Para ello utilizaremos una guía que nos ofrece José Antonio Pagola (Vida Nueva,digital 25/03/2020)
La oración del Padrenuestro es una oración breve. La única que Jesús dejó en herencia a sus seguidores. Es una oración extraña. La rezan todos los cristianos, pero no habla de Cristo. Se reza en todas las iglesias, pero no se menciona a ninguna iglesia. Los católicos la pronuncian en la misa del domingo, pero no dice nada de ninguna religión. Como dice J. D. Crossan, es “una oración revolucionaria que proclama una nueva visión de la historia. Se trata de un manifiesto radical y un himno de esperanza en un lenguaje dirigido a toda la tierra”.
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS
Tú eres nuestro Padre, recuerda que todos somos tus hijos e hijas. Estás en los cielos porque eres de todos. No estás ligado a ningún templo, ni a ningún lugar sagrado de la tierra. No perteneces a un pueblo ni a una raza privilegiada. No eres propiedad de ninguna religión. No eres solo de los buenos. Todos te podemos invocar como Padre.
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
Es nuestro primer deseo en estos momentos dolorosos para toda la humanidad. Que tu nombre de Padre sea reconocido y respetado. Que nadie lo desprecie haciendo daño a tus hijos e hijas. Que no perdamos nuestra confianza en Ti. Que sean desterrados los nombres de todos los dioses e ídolos que nos deshumanizan. El dinero que nos divide y no nos deja ser hermanos; la violencia que alimenta nuestras guerras; el poder que nos lleva a despreciar a los débiles.
VENGA TU REINO
Si Tú reinas entre nosotros, reinarán en la tierra la justicia, la igualdad y la paz. Nos podremos enfrentar juntos a los problemas del planeta. Unidos como hermanos y hermanas venceremos a las pandemias que puedan afligir a la humanidad. Que no reinen los ricos sobre los pobres; que los pueblos poderosos no abusen de los débiles; que los varones no dominen a las mujeres. Que venga tu reino y reine en la tierra la fraternidad.
HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
Que se haga tu voluntad y no la nuestra. El coronavirus nos está descubriendo que en la tierra todo está inacabado, todo lo vivimos a medias. No queremos aprender que los humanos somos seres frágiles y vulnerables, que no podemos alcanzar aquí la plenitud que desde lo más hondo de nuestro ser todos anhelamos. Padre, solo podemos confiar en tu Bondad insondable. Que no se haga pues lo que queremos nosotros, movidos por el egoísmo, el consumismo y nuestro bienestar. Que se haga lo que Tú quieres, pues siempre buscarás el bien de todos.
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA
Que en estos momentos tan duros para el mundo, a nadie le falte el pan. No te pedimos dinero ni bienestar, no queremos riquezas para acumular. Solo te pedimos para todos el pan de cada día. Que esta pandemia del coronavirus nos recuerde para siempre que lo primero de todo es la vida: que los hambrientos puedan comer, que los pobres dejen de llorar, que los países del bienestar acojamos a los migrantes y refugiados para que puedan sobrevivir y tener un hogar.
PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS
Padre, perdona nuestras deudas: nuestra indiferencia, nuestra incredulidad, nuestra resistencia a confiar en Ti. A lo largo de estos años, todos hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también menos consistentes. Más indiferentes a todo lo que no sea nuestro bienestar, pero más vulnerables que nunca ante cualquier crisis. No nos resulta fácil creer, pero se nos va a hacer difícil no creer en nada. Padre, perdónanos y despierta nuestra vida interior.
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES
En estos momentos en que vivimos sobrecogidos al descubrir la impotencia que todos sentimos ante ese límite inevitable de la muerte, también nosotros queremos perdonarnos mutuamente, unos a otros. No queremos alimentar ni rechazos ni resentimientos contra nadie. Queremos vivir esta dura experiencia como hermanas y hermanos.
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
Somos débiles y limitados. Lo estamos experimentando ahora más que nunca. Estamos siempre expuestos a tomar decisiones y cometer errores que pueden arruinar nuestra vida y la de otros. Por eso, no nos dejes caer en la tentación de olvidarte y rechazarte a Ti, Padre. Despierta en nosotros la confianza en tu bondad. Te necesitamos más que nunca. Tú puedes abrir caminos para encontrarte con cada uno de nosotros: creyentes y no creyentes, ateos o agnósticos. Que todos podamos sentir tu fuerza callada pero eficaz en nuestro interior.
Y LÍBRANOS DEL MAL
Somos responsables de nuestros errores, pero también víctimas. El mal y la injusticia no están solo en nuestras personas. Están también en las estructuras y las instituciones, en las políticas y las religiones. Por eso, terminamos nuestra oración con un grito: ¡Padre, arráncanos del mal! Un día, esa felicidad plena que todos anhelamos se hará realidad. Las horas alegres y dichosas que hemos disfrutado en la tierra y también las experiencias amargas y dolorosas que hemos vivido; el amor, la justicia y la solidaridad que hemos sembrado, y también los errores y torpezas que hemos cometido… Todo será transformado en felicidad plena. Ya no habrá muerte ni dolor. Nadie estará triste, nadie tendrá que llorar.Un texto cristiano escrito en una de las primeras comunidades pone en boca de Dios estas palabras: “Al que tenga sed, yo le daré gratis del manantial de la vida” (Apocalipsis 21,6). “Gratis”, es decir no por nuestros méritos; “al que tenga sed de vida”, ¿y quién no tiene sed de vida eterna? Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Yo creo y confío en que el misterio último de la realidad, que algunos llamamos “Dios”, otros “Energía”, otros “lo Trascendente” y otros “nada”, es un Misterio de Bondad en el que todos encontraremos la Plenitud de nuestra existencia.
Hacemos un momento de silencio y acogemos a tantos hermanos que rezamos esta oración que nos une.
AMÉN.
Un nuevo día me preparo para un rato de oración, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Escuchamos un canto de los primeros cristianos, utilizado en las celebraciones litúrgicas como la Eucaristía, fue una herramienta fundamental para la conversión definitiva de San Agustín de Hipona, es una hermosa obra que transporta el corazón y lo lleva al encuentro con la Divinidad.
Nos acercamos de nuevo a la Palabra, en esta ocasión con las vivencias que tenían las primeras comunidades cristianas y que vienen recogidas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.
José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles. (Hch 4, 32-37).
¿De qué te habla este texto? ¿A qué te invita?
El papa Francisco nos invitaba este domingo a vivir la misericordia de esta comunidad:
“Aprendamos de la primera comunidad cristiana, que se describe en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Había recibido misericordia y vivía con misericordia: ‘Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno’ (Hch 2,44-45). No es ideología, es cristianismo”.
“Ahora, mientras pensamos en una lenta y ardua recuperación de la pandemia, se insinúa justamente este peligro: olvidar al que se quedó atrás. El riesgo es que nos golpee un virus todavía peor, el del egoísmo indiferente, que se transmite al pensar que la vida mejora si me va mejor a mí, que todo irá bien si me va bien a mí”.
Y terminamos rezando como los primeros cristianos, la oración que Jesús les enseñó. Padrenuestro.
Un nuevo día me preparo para un rato de oración, busco el espacio que me ayude, hago silencio y te invoco en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cada día tenemos acceso a muchas informaciones, noticias, mensajes, tareas, etc., que provocan en nosotros diversas reacciones y sentimientos. Hoy vamos a rezar desde las palabras de algunos de esos mensajes que podemos encontrar en las redes sociales.
Escuchamos la canción “Hay Palabras” interpretada por Shanna. Nos dice que algunas palabras nos llevan a la ruina, otras nos marcan los momentos de la vida, otras nos hunden, pero hay una Palabra que es la que te da la Vida, Su Palabra te renueva, te llena de alegría.
Leamos otras palabras, en esta ocasión de la cuenta de Instagram del sacerdote y creador de 33 El Musical,Toño Casado, que publicaba el Domingo de Resurrección:
Hay días de sol como este que nos hace levantarnos con una nueva esperanza.Sabemos que el AMOR tiene la última palabra en nuestras vidas.Estábamos encerrados en la tumba de nuestros negros pensamientos, en la noche de nuestros miedos, de nuestras sentidas pérdidas. Pero hoy es el día para apretar los puños y levantar la cabeza y creer. Creer que hay una salida para todo el que está cansado, herido, incluso el que está muerto. Hoy los seres queridos que perdimos brillan con una luz especial. Y tenemos la esperanza de volver a reencontrarnos en un lugar en el que no haya batas verdes, políticos corruptos, personas dañinas como serpientes, los que machacan la ilusión y los sueños de los demás. La sombra queda atrás. Un arcoíris brilla sobre el mundo como señal de paz. Porque Dios no ese de barbas terrible del diluvio. Dios nos pinta un arcoíris de ESPERANZA. Hoy Jesús, un pobre carpintero exterminado salvajemente por la oscuridad de este mundo, brilla con una nueva LUZ que nos guía como los faros.
Y nos dice que el único camino, el único mandato será el Amor.
Por eso CELEBRA HOY TU VIDA. Seas como seas, creyente o ateo, trabajador o en el paro, joven o con experiencia, guapo o simpático. ESTÁS VIVO.ESTÁS VIVA…
Dedico un tiempo a dejar reposar estos mensajes en mi vida:
- ¿Qué me transmiten sus palabras?
- ¿Se parecen las palabras de estos mensajes a algunas de las noticias que recibo estos días?
- ¿Qué palabra se me regala en esta oración?
Y termino la oración, con las Palabras que Jesús nos enseñó, aquellas que nos dicen que somos amados y hermanos.Padrenuestro.
Comienza una nueva semana. Me preparo para un rato de oración buscando el espacio que me ayude, haciendo silencio, respirando tranquilamente e invocándote Señor: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Y seguimos en este tiempo pascual, de caminar y dejar que como a los discípulos, el Señor nos toque y nos transforme en testigos de su Amor. La Vida pueda más y queremos vivirla a Tu modo Señor.
Durante este tiempo litúrgico, cantamos y proclamamos el Aleluya. Según la tradición hebrea y cristiana, la palabra aleluya remite a un canto o señal de júbilo.
Una de las canciones más famosas que contiene el Aleluya es la escrita e interpretada por Leonard Cohen. Para llegar a esta canción realizó 80 versiones, y en ella recurre a la simbología judeocristiana para hablar de la felicidad y el dolor que provoca el amor.
Vamos a rezar escuchando esta canción. Con este suave, lento y profundo aleluya demos gracias a Dios por la vida de tantas personas, de tantos mayores que nos han dejado estos días. Tal vez hemos perdido a un abuelo o abuela, a un familiar, vecino o amigo. Pronuncio su nombre, pienso en algún recuerdo con esa persona, agradezco su vida y los momentos compartidos.
Y terminamos rezando el Padrenuestro.
Este fin de semana celebramos el II Domingo de Pascua y podemos unirnos:
En la Eucaristía. Será estupendo continuar celebrando con nuestra comunidad parroquial on-line, pero si no es posible, os ofrecemos diversas maneras de celebrarla.
En familia. Os animamos a ver “33 el Musical”, creado por Toño Casado y que cuenta la historia del mayor influencer de todos los tiempos, Jesús de Nazaret.
Podéis realizar algunas de las propuestas o actividades que nos ofrece la siguiente guía sobre el musical.
Un nuevo día y la oportunidad de tener un nuevo encuentro. Me preparo buscando el espacio que me ayude, haciendo silencio, respirando tranquilamente e invocándote: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Despiértame Señor al nuevo día.
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: «Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos. (Juan 21, 1-14)
Durante esta primera semana de Pascua, seguimos los encuentros de Jesús Resucitado. De nuevo hoy te haces presente a los discípulos, de nuevo hoy quieres encontrarte conmigo.
- ¿De qué me habla esta nueva aparición a los apóstoles?
- ¿Te escucho y confío en Tú palabra?
- Cómo Juan ¿te reconozco en mi día a día?
Y termino la oración desde la certeza de muchos testigos que nos enseñan que la clave está en todo amar, en todo contemplarte y en todo servirte Señor.
Un nuevo día necesito que vengas a mi encuentro Señor. Me preparo buscando el espacio que me ayude, haciendo silencio e invocándote: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Eres Tú quien me enseñas Señor, Tú que viniste y vienes a vivir en medio de nosotros y que tocas con amor a los que estamos rotos.
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y Él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto». (Lucas 24, 35-48)
Dejo un tiempo de silencio para que Tu encuentro con los discípulos resuene en mi vida. Acojo las preguntas que les haces a ellos:
¿Por qué os alarmáis?
Tal vez, como les sucedía a los discípulos, nos brotan diversos sentimientos, estados de ánimo. ¿Qué me alarma?
¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?
Nos cuesta creer, nos tiembla la fe y la confianza. Pero no tenemos que hacer ni demostrar nada, simplemente Tú sales a nuestro encuentro y nos invitas a dejarnos tocar por tu Amor. A pesar de ello nos surgen dudas ¿de qué dudo?
¿Tenéis ahí algo de comer?
Decides sentarte junto a nosotros y comer a nuestro lado. ¿Reconozco la invitación de Jesús a ofrecer algo en este encuentro?
Dialogo contigo Señor y termino escuchando de nuevo “Fuiste Tú”.
Quiero encontrarme contigo un día más Señor, en este tiempo de Pascua, en este tiempo que necesitamos respirar la vida que tú nos ofreces. Y me preparo buscando el espacio que me ayude, haciendo silencio e invocando tu nombre.
El evangelista Lucas nos ofrece hoy otro encuentro con Jesús Resucitado:
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos setenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos.Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado estos días?». Él les dijo: «¿Qué?». Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenarán a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron». Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?». Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. (Lucas 24, 13-35)
Hago silencio y me pregunto en qué lugar del Evangelio me encuentro en este momento.
Los discípulos de Emaús iban conversando y discutiendo de lo que había sucedido. Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos, pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
- ¿Tengo la experiencia de ir discutiendo y no reconocer a Jesús? ¿Qué me dificulta poder verlo? ¿Siento que Jesús camina a mi lado aunque no pueda reconocerlo?
Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
- ¿Me he sentido en algún momento como los discípulos? ¿Qué me ayuda a reconocer la experiencia de Dios en mi vida?
Vuelvo a la Palabra con la ayuda de la imagen y la música.
Y termino la oración agradeciendo a Jesús con mis palabras aquello que me regala hoy, este encuentro, y le pido “Quédate con nosotros Señor”.
Hemos vivido una Pascua especialmente marcada por el dolor de tantas heridas en nuestro mundo, pero los cristianos vivimos la certeza del triunfo de la Vida sobre la muerte, la vida de Cristo el Resucitado.
Caminemos en este tiempo de celebración pascual, dejando que su Luz transforme en Amor nuestras vidas y que el encuentro con el Resucitado nos llene de esperanza y confianza.
Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntaron: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les contestó: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, dio media vuelta y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era él. Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?». Ella, tomándolo por el hortelano, le contestó: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dijo: «¡María!». Ella se volvió y le dijo: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!». Jesús le dijo: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: ‘Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro’». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto». (Jn 20, 11-18)
Nos puede pasar como a María Magdalena,que no reconozcamos a Jesús en tantas situaciones de dolor y pérdida. Dejo que Jesús me pregunte, por mi nombre:¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?, y dedico un tiempo a dialogar con Él de todo lo que estoy viviendo, me preocupa, busco, o me da miedo.
Son muchos los anuncios que nos indican que Dios está vivo, que ha resucitado, tal vez yo lo veo, tal vez otras personas me lo dicen:
- ¿En qué espacios encuentro a Jesús Resucitado hoy? ¿Quiénes son los testigos que me hablan de un Dios Vivo? ¿Soy yo testigo del Resucitado?
- Traigo a la mente, al corazón, a tantas personas que hacen presente a Dios en mi vida.
Y nos unirnos a la carrera de aquel pequeño grupo de mujeres, en el alba de la primera Pascua, para gritarle a todos: «¡Ha resucitado!».
En la oración de hoy viernes nos unirnos a la Iglesia universal en el rezo del viacrucis. En este camino al Calvario, Jesús carga, sostiene y acompaña tantas situaciones de dolor que vivimos en este momento.
Nuevo día, nueva oportunidad de encontrarme con Aquel que desea encontrarse conmigo. Busco un espacio, “mi espacio”, respiro, y le pido al Señor que me enseñe a hablar y confiar en Él.
Seguramente en este tiempo os ha llegado un mensaje parecido a este:
Querido Dios: ¿Podrías por favor desinstalar y volver a instalar el 2020? ¡Tiene un virus!
Y posiblemente habremos asentido a este mensaje. Somos muy diferentes a la hora de releer el momento y es bueno estar atento a la vida que bulle a nuestro alrededor para no perderla.
Paula y María, dos jóvenes universitarias de Medicina e Ingeniería de Asturias han plasmado en una carta reflexiva titulada “Querida yo”, sus inquietudes y aprendizajes de este momento, escuchemos esta carta.
Dedica unos minutos a reposar su reflexión.
- ¿Qué sentimientos te provoca? ¿Qué agradeces, valoras o echas de menos?
- Escúchate y dialoga con Dios todo ello, escríbele tu propia carta, expresa lo que vives, valoras, agradeces, donde están tus esperanzas y qué quieres que recuerde tu yo en el futuro.
Terminamos rezando juntos el Padrenuestro.
Un nuevo día, buscamos un momento para ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Son muchas las preguntas que nos pasan por la cabeza y el corazón estos días, algunas de ellas difíciles de responder o de encontrar una respuesta que nos consuele.
Vamos a dejar que durante unos minutos resuenen algunas de ellas:
- ¿De todo lo que estamos viviendo qué es lo que más te preocupa? Cuando veíamos en China el inicio del coronavirus, ¿creías que nos iba a tocar este momento?
- ¿Qué les dirías a las personas que están perdiendo a sus seres queridos? ¿Y a los que viven esta situación con mucho miedo: familias vulnerables, trabajadores en condiciones precarias, refugiados, mujeres maltratadas…? ¿Qué le dirías al personal sanitario y de investigación que está desbordado intentado parar todo esto?
- ¿Tienes crisis de fe en una situación como la que vivimos? ¿Dudas de la existencia de Dios? ¿Eres optimista?
Se hacen infinidad de entrevistas que tratan el momento actual. En una de ellas, Jordi Évole entrevista al papa Francisco, quien da respuesta a muchas de las preguntas que nos hemos planteado, escuchemos qué nos dice:
Después de escuchar las palabras del Papa, deja unos minutos para reposar y pasar por el corazón todo lo que nos ha dicho. ¿A qué me invita?
Dialogo todo ello con el Señor y nos regalamos compartir esta invitación en familia o con otros.
Terminamos juntos con la oración que nos hace hermanos Padrenuestro…
Oraciones del mes de marzo
Un nuevo día nos acercamos a tu encuentro Señor, necesitamos reposar en Ti nuestra vida y nuestra confianza.
“Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos”.
Así comenzaba la oración el papa Francisco, que nos reunió el viernes a los cristianos de los distintos rincones del mundo, para responder a la pandemia del virus con la universalidad de la oración, de la compasión, de la ternura.
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?». Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?». (Mc 4, 35-41)
“Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos… descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos».
Jesús les pregunta: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Escucho esta pregunta que me hace Jesús a mí: ¿Por qué tienes miedo? ¿Aún no tienes fe?
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
“Señor, nos diriges una llamada, una llamada a la fe. Nos llamas a tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”.
«¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?».
“El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere”.
Nos confiamos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso, diciendo:
“Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengáis miedo». Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas».
De la oración en tiempos de epidemia presidida por el Santo Padre Francisco el 27 de marzo de 2020.
Comienza un nuevo día, una nueva oportunidad de encuentro y por ello nos ponemos en la presencia del Señor…
Dicen que en las situaciones difíciles, en los momentos límite, es cuando nos damos cuenta de qué tenemos y con quién contamos realmente. Cuando palpamos la fragilidad, somos capaces de agradecer los pequeños detalles, de agradecer la vida y las personas que la cuidan.
Ahora Señor, es uno de esos momentos, donde no solo palpamos la fragilidad personal, sino donde nos asusta la fragilidad colectiva.
La semana pasada, el papa Francisco nos invitaba a permanecer unidos, a rezar y a hacer sentir nuestra “cercanía” a todos los que se están trabajando en primera línea para ayudarnos y protegernos en esta emergencia:
“Nuestra cercanía a los médicos, a los agentes sanitarios, enfermeras y enfermeros, voluntarios… Nuestra cercanía a las autoridades que deben tomar medidas duras, pero por nuestro bien. Nuestra cercanía a los policías, a los soldados en la calle que siempre tratan de mantener el orden, que se cumplan las cosas que el Gobierno nos pide que hagamos por el bien de todos. Cercanía a todos”.
Escucharemos la Palabra de Dios, elevaremos nuestra súplica, adoraremos al Santísimo Sacramento… Queremos responder a la pandemia del virus con la universalidad de la oración, de la compasión, de la ternura. Permanezcamos unidos. Hagamos sentir nuestra cercanía con las personas más solas y exhaustas.
Nos unimos en la oración, en la compasión y en la ternura, como Jesús nos enseñó:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Amén
Terminamos escuchando la experiencia de Lucía Gil expresada en esta canción
En este fin de semana proponemos encontrarnos en dos momentos:
Entorno a la mesa de la Eucaristía
Nos encontraremos con la Palabra que un día más quiere ser alimento en nuestra vida. En el apartado “Nutriendo la vida”, ofrecemos algunas alternativas para que podáis participar de la Eucaristía.
Si os resulta posible, nos unimos este fin de semana a la celebración presidida por el papa Francisco
Entorno al rosario
Os invitamos a rezar juntos el rosario o tal vez un misterio a lo largo del fin de semana. Ofreciendo cada misterio o avemaría por una persona, una intención, por este momento que vivimos.
Necesitamos la fuerza de la oración. El rosario es un rezo de la tradición católica que practican muchos de nuestros mayores. Nos unimos a ellos en oración, en este momento de especial fragilidad y vulnerabilidad que vivimos. Junto a María pedimos la fuerza del amor de Dios que camina con nosotros y nos acompaña y guía de un modo especial.
En la oración de hoy viernes nos unirnos a la Iglesia universal en el rezo del viacrucis Vía Crucis. En este camino al Calvario, Jesús carga, sostiene y acompaña tantas situaciones de dolor que vivimos en este momento.
Tal vez estemos cansados, preocupados y asustados por el momento que vivimos. Tal vez nos cuesta ponernos en la presencia de Dios, porque no sabemos qué decirle, porque tenemos muchas preguntas o sentimientos encontrados. Nos hacemos conscientes de todo ello y le pedimos al Señor que venga a nuestro encuentro, que nos acompañe y ayude.
Estos días estamos abrumados por los números de personas infectadas, de personas que han superado la enfermedad, de personas que están muriendo… Escuchamos muchas cifras, pero detrás de todas ellas, hay muchas vidas que queremos traer a la oración.
Te presentamos Señor:
- A todas las personas enfermas.Muéstrales Tu ternura, la cercanía de quienes les cuidan y el amor de los familiares a pesar de la distancia.
- A todas las personas que han fallecido. Muchos de ellos lo han hecho con Tu única compañía, que se encuentren con tu abrazo amoroso y en el descanso de Tu paz.
- A todas las familias que sufren la distancia de sus enfermos, la pérdida de sus seres queridos.Acompaña su dolor y haz que podamos mostrar Tu ternura.
Los discípulos también necesitaban aprender de Jesús y no dudaron en preguntarle:
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan:
Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos
a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación». (Lc 12, 1-4)
En este momento de “prueba”, un momento doloroso en el que la humanidad tiembla por la amenaza de la pandemia, el papa Francisco nos invita a unirnos en oración, a pedir unidos.
«Invito a todos… a invocar al Altísimo y Dios Omnipotente, recitando contemporáneamente la oración que nos enseñó Jesús Nuestro Señor”
Padrenuestro…
Un nuevo día buscamos un momento para ponernos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Hoy celebramos la fiesta de la Anunciación del Señor y vamos a comenzar con un canto a María, en la certeza de que reza y camina a nuestro lado. (Ave María de Verbum Panis)
El Evangelio de hoy nos dice:
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel. (Lc 1, 26-38)
¿Cómo resuenan en mí las palabras que el ángel le dice a María?
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios…».
¿Siento que en estos días alguien me dice alégrate? ¿Siento que Dios me habla? ¿Quién me ayuda a vivir el “no temas”?
Tal vez, por medio de diferentes personas, noticias, mensajes, descubro signos de alegría, de esperanza, de vida… o mensajes que me llaman en medio de la incertidumbre y me hacen confiar y decir “Hágase en mí”… al igual que le sucedió a María.
Y junto al papa Francisco suplicamos a María, en este momento de dificultad:
Oh María,
Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza.
Nosotros nos encomendamos a Tí, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.
Tú, salvación de todos los pueblos de la tierra, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueden regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos, y ha tomado nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, a la alegría de la Resurrección.
Amén.
Un nuevo día buscamos un momento para ponernos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
A lo largo de estos días nos están llegando muchos mensajes. Algunos en clave de humor, otros de esperanza, infinidad de recursos, de acciones solidarias… Hoy queremos recoger uno de ellos, un poema, cuya autoría se disputan diferentes personas, que dice así:
“Y la gente se quedó en casa. Y leía libros y escuchaba. Y descansaba y hacía ejercicio. Y creaba arte y jugaba. Y aprendía nuevas formas de ser, de estar quieto. Y se detenía. Y escuchaba más profundamente. Algunos meditaban. Algunos rezaban. Algunos bailaban. Algunos hallaron sus sombras. Y la gente empezó a pensar de forma diferente.
Y la gente sanó. Y, en ausencia de personas que viven en la ignorancia y el peligro, sin sentido y sin corazón, la Tierra comenzó a sanar.
Y cuando pasó el peligro, y la gente se unió de nuevo, lamentaron sus pérdidas, tomaron nuevas decisiones, soñaron nuevas imágenes, crearon nuevas formas de vivir y curaron la tierra por completo, tal y como ellos habían sido curados».
¿Habías leído este poema? ¿Qué provoca en tí?
Resulta curioso que en este momento nos habla de pasado, presente y futuro, y nos acerca a una experiencia que podría ser similar a la que vivimos ahora mismo a nivel mundial y que con esperanza nos abre a un futuro que soñamos.
A lo largo de la historia, el pueblo de Israel también tuvo la necesidad de expresar su experiencia de vida y de encuentro con Dios, por medio de los Salmos. En ellos iban narrando sus luchas y sus esperanzas, sus triunfos y sus fracasos, su adoración y su acción de gracias, sus rebeldías y sus arrepentimientos y, sobre todo, la súplica ardiente que brota de la enfermedad, la pobreza, el destierro, la injusticia y de todas las demás miserias del hombre.
La liturgia de hoy nos ofrece el Salmo 45 (2-3. 5-6. 8-9):
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar.
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora.
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra.
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Dejemos que resuene en nosotros esta certeza que el Pueblo de Dios nos ha transmitido generación tras generación.
Aunque temblemos como el pueblo de Israel, aunque nos abrume el miedo de este momento, queremos Señor presentarte el sufrimiento de tanta gente que en soledad vive la enfermedad y el límite, y repetimos juntos, como a lo largo de los siglos ha hecho tu Pueblo:
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob
Un nuevo día, buscamos un momento para ponernos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Queremos seguir acudiendo a la Palabra, porque sabemos por la experiencia y el testimonio de muchas personas que es fuente de Vida.
En el Evangelio hoy Jesús vuelve a Galilea:
Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insistió: «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contestó: «Anda, tu hijo está curado». El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea. (Jn 4, 47-54)
Dedico un tiempo a descubrir que me ofrece hoy este texto, porque aunque la Palabra es la misma, en cada momento de mi vida me hable de una forma diferente.
¿Qué es lo que más necesito yo?, ¿cómo está mi confianza, mi fe en ti Señor?
Necesito también de muchos signos para creer, y aunque en momentos tiemble y mi fe sea frágil, siento que eres fuente de vida, que caminas a mi lado, que Tú nos acompañas a todos, especialmente a los más frágiles.
Terminamos esta oración acogiendo lo que siento: tal vez pidiendo al Señor lo que necesito, tal vez dando gracias por tantos gestos y actitudes de sanación que encuentro…
Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
En este cuarto domingo de Cuaresma, en este tiempo de conversión, la Palabra nos habla de un buscador que quiere encontrar en quien creer y de un Jesús movido por el bien más allá de la norma.
Tal vez nosotros necesitemos también pedir, buscar al Señor y dejarnos orientar por su modo de hacer.
Al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé» (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». Él respondía: «Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?» Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Él contestó: «Que es un profeta».
Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?» Y lo expulsaron.
Jesús oyó que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?» Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús les dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él. (Juan 9, 1; 6-9; 13-17; 34-38)
A lo largo del fin de semana, os invitamos a rezar juntos esta oración que nos ofrece el Obispo Giuseppe de Sarno, Italia. La acogemos durante este tiempo, para que nos acompañe y nos ayude a vivir en profundidad el momento presente.
Oración “YO ME QUEDO EN CASA”
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y caigo en la cuenta de que, también esto,
me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre,
durante treinta años en la casa de Nazaret esperando la gran misión.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío,
aprendo a trabajar, a obedecer,
para limar las asperezas de mi vida
y preparar una obra de arte para Ti.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y sé que no estoy solo
porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa
y preparando la comida para nosotros, todos familia de Dios.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y responsablemente lo hago por mi bien,
por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos,
y por el bien de mi hermano, el que Tú has puesto a mi lado
pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer,
de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos
para hacer más bella y acogedora nuestra casa.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes,
tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro
como un regalo y una sorpresa de Pascua.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y a mediodía recibiré de nuevo
el saludo del Ángel, me haré siervo por amor,
en comunión Contigo que te hiciste carne para habitar en medio de nosotros;
y, cansado por el viaje, Te encontraré sediento junto al pozo de Jacob,
y ávido de amor sobre la Cruz.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía,
te invocaré como los discípulos de Emaús:
Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas,
esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia
y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.
¡YO ME QUEDO EN CASA, SEÑOR!
Y no me siento solo y abandonado,
porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los días.
Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor,
en los que, si mi presencia no será necesaria,
alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.
Amén.
Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
En ocasiones puede parecernos que los cristianos nos regimos por una larga lista de normas o mandatos. En una ocasión se acercaron a Jesús para preguntarle qué era lo más importante, y Él les dijo lo siguiente:
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos». (Marcos 12, 28b-31)
Aunque seguramente lo hemos escuchado muchas veces ¿qué nos dicen hoy sus palabras? ¿Qué es para mí lo más importante?
Os invitamos a compartir como familia aquellos gestos del día a día que son muestra de este Amor que nos tenemos unos con otros. Podemos terminar juntos con una canción que nos hable de ello.
Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Hoy celebramos la fiesta de San José, un hombre sencillo que pasó discretamente cuidando la vida, como muchas personas humildes que escuchan la voz de Dios.
Hoy celebramos el Día del Padre y por eso nos unimos en agradecimiento a la vida de nuestros padres y les felicitamos por su vida regalada.
El Evangelio hoy nos dice:
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. (Lc 2, 41-51)
María y José acompañan a su hijo, le cuidan y se preocupan por él, no siempre entienden sus reacciones o decisiones. Seguramente nuestros padres también viven situaciones de angustia por diversas decisiones o acciones que llevamos a cabo nosotros.
Damos gracias por la vida de nuestros padres que, al igual que San José, acompañan nuestra vida, viven volcados en nosotros y son capaces de acoger hasta lo que no pueden comprender.
Vamos a terminar juntos con un gesto de gratitud y amor a nuestros padres y dándoles un aplauso.
Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad, y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Escuchar hablar de preceptos, de normas, de leyes…. normalmente nos resulta familiar, son necesarios en el día a día para garantizar la convivencia. Este momento excepcional que vivimos ahora, no es suficiente para garantizar la convivencia, necesitamos aumentar el cuidado personal y el de los demás para garantizar el cuidado de la vida.
La Palabra hoy nos dice:
Jesús dijo a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos». (Mt 5, 17-19)
Tú Señor nos hablas de dar plenitud de llenar de vida…. ¿Qué me hace pensar hoy tú Palabra? ¿Qué significa para mí dar plenitud?.
En este momento no puedo hacer algunas cosas que hago habitualmente. Seguramente el Estado de Alarma conlleva a unas normas que me resultan difíciles o me cuestan. ¿Cómo lleno de vida este momento?
Nos ponemos en presencia de Dios, haciendo silencio, respirando con tranquilidad, y presentando al Señor todo lo que estamos viviendo.
Si pienso en los amigos y amigas que tengo, seguro que recuerdo de ellos muchos momentos buenos compartidos, alguno de ellos más difíciles que vivimos juntos y muchas palabras, expresiones que cuando las escucho…. me recuerda a ellos.
Durante este tiempo, os invitamos a buscar algún rato para seguir compartiendo vida con otro Amigo, que desea caminar con nosotros y acompañarnos siempre. Este amigo se acerca a través de la Palabra y hoy nos dice:
Pedro se adelantó y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contestó: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. (Mt 18, 21-22)
¿Qué siento cuando escucho sus palabras? ¿De qué me hablan?
En estos días que nos toca convivir de una manera diferente a la habitual, puede que surjan muchos momentos de tensión, de enfado o cabreo con los hermanos, con los que convivo. Pueden ser una oportunidad una oportunidad para hablar, para perdonar y para crecer en Amistad con ellos y con Dios. Puedo contarle a Jesús alguna situación que me ha costado vivir.
Terminar rezando la oración que Jesús nos enseñó, en la que nos recuerda que somos hermanos y hermanas: Padrenuestro…
#CoronaVida
Os invitamos igualmente a que vuestros hijos expresen sus oraciones libres, y las publiquéis en las redes sociales con el hashtag #educarparadarvida y #maestrosdesdecasa. Si nos las enviáis, las iremos publicando en este espacio.